miércoles, 23 de abril de 2008

La presencia



Ella es flexible con su espalda, realiza acrobacias en espacios reducidos, mantiene las uñas afiladas y sabe manipular determinadas situaciones. Sabe moverse en silencio y aullar cuando los campos son enormes. Le gusta la altura, estirarse al despertar y hacerse desear.
Su lengua es aspera cuando no la necesita.

Cruzamos miradas cuando vuelvo tarde a casa; ella me mira desde el paredón, cerca de la ventana. Le sonrio, a veces alcanzamos a comunicarnos en otras formas. Nos conocemos, no necesita acompañarme hasta la puerta de mi departamento.

Es su presencia, inmutable, segura y delicada. No pierde tiempo en buenos modales ni posturas hipocritas. Se desliza entre mentiras sin desconocer su realidad.

Quedan dos opciones: obviar o enfrentar la situación. Decido aceptar su presencia y sus consecuencias.